Saludos y paz
A la orilla del Deva, en la zona más occidental de Cantabria lindando con nuestros hermanos astures, se sitúa Cosgaya. Enclavado en Camaleño y con una belleza sin igual encontramos el que fue lugar de nacimiento de un personaje excepcional, digno de historias y monumentos, amante de la libertad y de su tierruca : Pelayo y su hijo Favila muerto por un oso en el monte de La Calavera en plenas entrañas de nuestra Cantabria, venerada diosa madre desde tiempos inmemoriables.
Este lugar rezuma historia y magia, lugares de leyenda como el que podemos encontrar no lejos de allí en los llamados “Campos de la Reina” (situados en Áliva) que se dice tienen tal nombre en honor a la esposa de Pelayo, de nombre Gaudiosa, quien se enfrentó y derrotó en aquellos parajes a los árabes que huían, con los " pocos montañeses que en aquellos pueblecillos habían quedado", mientras Don Pelayo perseguía a más árabes por las Asturias de Oviedo.
Y es que la historia merece ser contada y repasada y haciendo de cicerón te diré, querido lector, que en el año 718 el valí Munuza, residente en Gijón, envió a su lugarteniente Alcamán con un fuerte contingente de tropas para acabar con los sublevados. Ocupan Cangas de Onís, cabeza de la rebelión. Los cristianos se retiran, y persiguiéndoles entran los moros en el estrecho valle del Deva. Las crónicas cristianas exultan con la victoria de la batalla de Covadonga. Después de la batalla D. Pelayo es proclamado rey en el campo del Repelao.Quizás sea leyenda que las saetas y las piedras lanzadas por las catapultas, al llegar al altar de la Santa María Virgen, se volvían contra los invasores sarracenos, que se derrumbara una montaña y aplastara a todos los atacantes, y que el Deva desbordado por una terrible tempestad, los anegó. Sin embargo es cierto que D. Pelayo se hizo una cruz de roble y la usó como enseña en la batalla. Dícese que Pelayo vio en el cielo una cruz nimbada con la leyenda: se vence al enemigo con el signo de la Cruz. Es venerada en la Cámara Santa de la catedral ovetense, en un rico estuche mandado hacer por Alfonso III.